Quizás uno de los colores más mediterráneos sea el blanco. La pureza, sencillez y frescura que aporta este color son solo algunos de los rasgos que le distinguen como uno de los favoritos en los eventos.
Por supuesto su neutralidad es otra de las características a tener en cuenta cuando se propone por ejemplo una boda que no precisa de colores más significativos como son el rosa o el azul. Pero además, el blanco armoniza al instante con cualquier entorno. En esta ocasión, el montaje en blanco complementó el paisaje de los montes de Marbella que desembocan en el mar Mediterráneo.
Los invitados venidos de todo el mundo no fueron insertados en un ambiente delimitado por sensaciones sino que la combinación del blanco con la naturaleza aumentó el sentimiento de libertad, calma y paz.
Bien utilizado, el blanco puede invocar la mayor elegancia. La delicadeza de las flores puede ser el punto de partida para diseñar una mesa de lujo. La sutileza o la falta de un elemento rompedor se convierte en la clave de un montaje como este. La utilización del cristal también ha de tenerse en cuenta. Es un material que ensalza y deslumbra el ambiente a la par que juega con la luz sin artificios.
En una escenografía neutral como esta cobra mayor relevancia la gastronomía puesto que es ahí donde reside la exclusividad del color. Un menú variado hará las delicias de los invitados, quienes de manera casual pondrán las notas de color al evento. En esta boda se sirvieron, como aperitivos, tomatitos de foie y Ceviche de vieiras entre otros.
Como colofón, y como no podía ser de otra manera, la tarta nupcial. Un diseño cuidadoso y delicado que fácilmente podía recordar al vestido de la novia y que unía la esencia de cualquier boda: clasicismo, elegancia e inocencia.